El Plan europeo para la economía circular: ¿dónde estamos y hacia dónde vamos?
Era marzo de 2020 cuando la Unión Europea (UE) lanzaba el Nuevo Plan de acción para la Economía Circular por una Europa más limpia y más competitiva marcando otro importante paso para impulsar una transición hacia un modelo de crecimiento diferente, regenerativo y con una huella de consumo reducida. Dos años y medio después, atravesados por una pandemia y una nueva guerra en el continente europeo, vale la pena reflexionar un momento sobre el alcance y el estado de avance de este Plan que destaca por su ambición e innovación.
El plan actualiza el anterior, lanzado en 2015, y busca duplicar en la Unión el uso de material circular hasta 2030. Representa uno de los pilares del Pacto Verde europeo que en noviembre 2019 había definido la nueva estrategia de crecimiento económico del continente, dirigida a alcanzar la neutralidad climática en el 2050, al mismo tiempo que una sociedad equitativa, próspera y una economía moderna y competitiva. El núcleo central del Pacto verde – y del objetivo de la neutralidad climática – es la reducción del impacto de las actividades económicas en el medio ambiente, pues la actividad de extracción y transformación de los recursos es responsable de la degradación del planeta: la mayor parte de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), la pérdida de biodiversidad y del estrés hídrico. Un modelo de crecimiento lineal e intensivo en el uso de energía y recursos – extracción, transformación, uso y desecho – simplemente ya no es sostenible y es necesario avanzar aceleradamente en un modelo circular donde los bienes sean utilizados el mayor tiempo posible, alargando “la vida útil de las cosas” y los desechos sean reducidos al mínimo. Así, la llamada economía circular ya no puede ser un tema de nicho de mercado, o una medida adicional a la producción económica tradicional, sino que es preciso convertirlo en mainstream.
A este objetivo general está dirigido el Plan que tiene como vertientes principales multiplicar los productos sostenibles convirtiéndolos en la norma, empoderar a las y los consumidores, reconvertir sectores que utilizan más recursos y que tienen un elevado potencial de circularidad y, finalmente, garantizar que se produzcan menos residuos. Veamos con mayor detalle qué propone el Plan para alcanzar estos objetivos.
En primer lugar, hay que dar el paso a un sistema productivo de bienes sostenibles y para eso es necesario que los productos, desde su concepción, sean pensados para durar el mayor tiempo posible, sean eficientes desde un punto de vista energético, sean reparables, reutilizables, reciclables y reduzcan al mínimo los desechos, una vez que todos sus usos se hayan agotados. Para eso el Plan se compromete a una iniciativa legislativa para ampliar la difusión de productos ecológicos que amplíe el alcance de la directiva sobre Eco-diseño del 2009, que estaba limitada a la eficiencia energética de los productos. Dicha iniciativa, como veremos, se concretará en la propuesta de regulación sobre Eco-diseño de marzo de 2022.
En segundo lugar, la difusión de bienes sostenibles se da también a través de un consumo más consciente e informado. Por lo que la UE en el Plan se empeña a revisar la legislación referente a la protección de los consumidores para garantizar que estos reciban información fiable sobre los productos, con datos sobre la vida útil y la disponibilidad de servicios de reparación, piezas de recambio y manuales de reparación y sean protegidos del greenwashing [1] y de la obsolescencia prematura, entre otras cosas. Interesante la propuesta del Plan de establecimiento de un nuevo “derecho a la reparación” como práctica que ayude a la difusión de productos duraderos.
En lo que se refiere a los sectores con uso de más recursos y con alto potencial de circularidad, el Plan apunta a avanzar en términos legislativos, en cada una de las cadenas más relevantes como la electrónica y TIC, baterías y vehículos, envases y embalajes, plásticos, productos textiles, construcción, alimentos y agua. En cada una de ellas, el Plan hace referencia a toda una serie de iniciativas relacionadas con estos productos para que se cambien, de manera sustancial, el cómo están previstos, producidos, usados y desechados. Esto se deberá ver reflejado en el cambio de hábitos que tenemos como consumidores, por ejemplo, con la introducción de un cargador común para celulares y otros dispositivos, la limitación del plástico mono-uso y la regulación del bio-plástico, el desarrollo de cadenas de textiles sostenibles, etc.
Finalmente, el cuarto punto del Plan tiene que ver con una política más rigurosa para la reducción de residuos y su mejor gestión, la creación de un mercado de materias primas secundarias y una limitación de la exportación de los residuos hacia países terceros aumentando el reciclado interno.
A partir de estos cuatro puntos, entre 2020 y 2022 la Comisión Europea ha avanzado paquetes de propuestas de normativas para avanzar en la implementación del Plan. Destacan, por ejemplo, la propuesta de regulación sobre las baterías de diciembre 2021 que busca reglamentar la producción, el reciclaje y el desecho de este producto en vista de su uso a más larga escala (se espera) en el futuro próximo. O la propuesta sobre eco-diseño de marzo 2022, que introduce el pasaporte digital del producto para dar a conocer la sostenibilidad del mismo, desde las materias primas empleadas a las técnicas de trabajo utilizadas. También es destacable la propuesta reciente de legislación sobre la substanciación de las afirmaciones sobre sostenibilidad por parte de las empresas (para evitar el greenwashing). En este enlace es posible conocer más acerca de todas las iniciativas legislativas que se están discutiendo en la Unión Europea sobre economía circular.
Considerando estas iniciativas, se puede decir que en términos de producción legislativa se está concretando mucho, lo cual es una buena noticia en una coyuntura no fácil con la explosión de la pandemia, por un lado, y la guerra en Ucrania, por el otro, eventos críticos, graves y de escala global, que han llevado a poner en segundo nivel el desarrollo y los avances de las políticas ambientales. De todas formas, la recuperación de la pandemia representa una oportunidad ya que es la ocasión para abrir paso a un modelo de desarrollo diferente, la así llamada recuperación “verde”, en la que la circularidad deberá ser un punto central. Por otro lado, hay quien dice que la guerra en Ucrania, si bien en el corto plazo no lo parezca, en el largo plazo dará el golpe definitivo a un modelo de desarrollo basado en los combustibles fósiles. Seguramente tomará un tiempo ver los efectos de todos estos avances, tanto de las iniciativas legislativas, como de la recuperación verde y de los cambios en la geopolítica del suministro de energía, pero en tiempos difíciles como estos, nos gustaría pensar que estamos bien encaminados hacia un futuro mejor.
Otro punto resaltable del Plan para la economía circular de la UE es su proyección a nivel internacional, pues desde el Pacto Verde, la UE se alza como un actor global en el proceso de transición ecológica. Avanzar hacia la neutralidad climática significa también apoyar y favorecer la transición en los otros continentes, alineando a este objetivo las relaciones que la Unión ha desarrollado con los diferentes países y regiones del mundo. Esto se refleja también, en el caso de la economía circular dado que, según este Plan, la Unión Europea pretende proceder hacia una alianza mundial sobre economía circular (algo que se ha empezado en febrero 2021 con el Global Alliance on Circular Economy and Resource Efficiency – GACERE) y un acuerdo mundial sobre los plásticos y, entre otras cosas, velará para que los Acuerdos comerciales contribuyan a este esfuerzo hacia una economía circular.
En este ámbito, la alianza de la Unión Europea con América Latina es clave. Chile, Colombia y Perú ya son parte del GACERE y existen Acuerdos comerciales, en diferentes etapas de desarrollo, con casi todos los países de la región. Entre ellos, el Acuerdo UE – Mercosur que cuando entre en vigor, creará el mayor espacio de libre comercio a nivel mundial con cerca de 600 millones de potenciales consumidores. Difundir la economía circular significa por tanto hacer que esos Acuerdos estén en línea y sean funcionales a este modelo económico y que los países firmantes avancen en medidas de regulación y promoción de la economía circular. A este objetivo, entre otros, contribuye el Programa de la Unión Europea AL INVEST Verde, del cual IILA es uno de los organismos ejecutores, y que está, precisamente, dirigido a fortalecer la transición ecológica de las cadenas productivas latinoamericanas, en particular aquellas dirigidas al comercio exterior. Intercambiar experiencias sobre diferentes maneras de la sostenibilidad y la circularidad es fundamental en este camino y el acervo que se está creando a partir del Plan europeo representa una fuente riquísima de iniciativas y prácticas.
[1] Prácticas comunicativas o medidas de promoción de productos que señalan que los productos sean realizados con criterios de sostenibilidad ambiental cuando, en la práctica, esto no es así o la sostenibilidad es muy reducida o puntual en el marco de su producción.
Andrea Monaco, Senior Programme Manager – AL INVEST Verde IILA